Junín entre Suárez y Necochea

La popularidad en tiempos de los próceres. El siguiente es un artículo publicado por el diario La Nación el lunes 15 de septiembre de 2014, redactado por el periodista Daniel Balmaceda. Ha ce referencia a la batalla que recuerda al nombre de nuestra ciudad.

 
El 6 de agosto de 1824, los integrantes del ejército republicano -comandados por Simón Bolívar- se aprestaron para el combate. El terreno de enfrentamiento -la pampa de Junín- era una planicie con desniveles y un pantano que jugaba a favor de los soldados del rey, dirigidos por el francés José de Canterac.

El jefe realista disponía de una caballería invencible en la que depositaba una confianza ciega. Por ese motivo resolvió que su artillería se mantuviera a distancia y no interviniera. Bolívar tampoco usó sus cañones, pero porque los tenía marchando con retraso a mucha distancia. Junín fue un enfrentamiento en el que sólo se emplearon armas blancas: se peleó sin disparar un solo tiro.

Bolívar ordenó a Mariano Necochea y sus 900 granaderos de Colombia que iniciaran el ataque. Del otro lado, Canterac dispuso que el coronel Eguía, al mando de los granaderos de Fernando VII, se ubicara al frente.

A las 14 se produjo uno de los momentos más impresionantes que puedan darse en un combate: el espantoso choque de dos caballerías de frente. Los hombres de Necochea se estrellaron contra las lanzas de los invencibles jinetes de Eguía. Perforado por al menos siete lanzazos más cuatro sables, Necochea buscó escapar aferrado al cogote de su animal, pero cayó abatido. Intentó cubrirse de los golpes de los caballos que forcejeaban por ganar el empuje. Esa pulseada la ganaron los realistas. Los granaderos de Colombia retrocedían, sin posibilidades de salvar al jefe. Un soldado enemigo lo reconoció y lo cargó en sus ancas, no tanto para salvarle la vida como para convertirse en su cazador.

El desbande patriota presagiaba una derrota olímpica. Todos retrocedían en una huida que estaba a punto de alcanzar la categoría de vergonzosa. Fuera del corredor en donde unos perseguían a otros, el coronel Isidoro Suárez, al frente de los Húsares del Perú, observaba la humillante fuga de sus camaradas.

Uno de los inquietos dragones peruanos se acercó a Suárez y le sugirió atacar. El coronel no necesitaba consejos. Pegó el grito y lanzó a sus hombres contra los realistas que perseguían a los desbandados. Hasta ese preciso instante, Junín era una clara victoria de Canterac. Pero Suárez y los peruanos cargaron con tanta fuerza que los arrollaron. El resto de las caballerías patriotas giró para encerrar a los enemigos entre los dos frentes. Las bajas de los súbditos españoles alcanzó los 324 hombres. Todo ocurrió en media hora.

Un emisario corrió a comunicarle al generalísimo -y sorprendidísimo- Bolívar que él era el vencedor. Cuando pasó revista se plantó delante de Suárez y sus hombres, y gritó: "¡Ved aquí, señores, que cuando la historia registre la gloriosa batalla de Junín, si es justa y severa atribuirá todo el valor y audacia a este joven coronel -Suárez, claro- y a vosotros, que ya no os denominaréis Húsares del Perú! ¡Desde hoy seréis Lanceros de Junín!" Así como en la Argentina los Granaderos escoltan al presidente de la Nación, en Perú ese privilegio lo tuvieron hasta hace dos años los Húsares de Junín..

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ADHIEREN AL CICLO DE NOTAS 189 AÑOS DE LA FUNDACION DE JUNIN
























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